En los momentos difíciles, sosténlos, consuela sus corazones, y corona su trabajo de frutos espirituales.

jueves, 3 de julio de 2014

Siempre soy 2 de Julio

Todo arrancó un 2 de Julio de 2006. Después de ocho inviernos (Ocho primaveras parafraseando a los Guasones) no se bien cómo fue el tema. Ese día me confirmé. Lo recuerdo perfectamente pero recordar el camino previo, encuentros, personas, llantos, emociones, dinámicas, etc, me resulta complicado. 
Pero se me viene el momento de la misa. Fue Domingo a eso de las 11 de la mañana. Dos días antes Argentina había caído en penales con Alemania en el mundial. Esa noche, todavía con el dolor del partido, me había confesado después de muchos años. El día de la celebración, el mencionado Domingo 2 de Julio, estaba lleno de nervios. Creo que ni sabía si mi madrina iba a ir. La había elegido, ella una amiga, porque la sentía cercana, consejera, buena oyente de mis dramas. No era mi mejor amiga, era mi madrina. Me parecía lo más. Esa mañana conocí a su hermana mayor, que durante un tiempo también fue una buena referente. Por aquellos días afirmaba su noviazgo con el que era, justamente, mi catequista. Hace poco se casaron y ahora esperan una nena que, según información de Facebook, se va a llamar Catalina. ¡Qué loco! Cómo el tiempo va pasando y las personas más importantes con el correr de los años pasan a ser sólo caras conocidas, para luego ser un recuerdo de otra época. 
En fin, esa mañana me sentía muy nervioso. Cuando mi madrina llegó me regaló una cruz que conservé durante mucho tiempo hasta que me la robaron (Junto a otras cosas una noche en la puerta de casa). Mis amigos más cercanos estaban ahí y ya sabía que después iban a venir a casa a compartir el día conmigo, junto a la familia. Creo que los que nos confirmábamos eramos mucho menos de los que luego lo hicieron en años posteriores ya como catequista yo. La sensación que me daba era que los conocía a todos. No habíamos tenido, sin embargo, un retiro. Sólo dos convivencias en el colegio porque los gastos para un retiro eran enormes (Si lo comparamos con los precios de hoy sería un chiste).
Recuerdo los nervios más que cualquier otra cosa. No se por qué. También recuerdo fragmentos de la misa, de alguna mirada cómplice con mi madrina o algo así. De la confirmación en sí, es decir cuando pasé con el cura y éste me ungió el óleo en la frente, no recuerdo casi nada. 
Creo que en cierto punto los recuerdos que se me vienen tienen que ver con muchas cosas que pasaron después. Quizás fue el comienzo de todo. De lo bueno y de lo malo. Por aquellos días del 2006 me preparaba para poco después irme a Bariloche y luego terminar el colegio. Empezaba a definir las ganas de estudiar periodismo y comunicación, pero lejos estaba de otras cosas. Un Sábado, eso sí está bien fresco en la cabeza, mi catequista habló de la misión. Contó que había misionado un par de veces, que era de lo más groso que le había pasado en la vida, que todos debían animarse a hacerlo, no sólo en un lugar lejano sino en la cotidianeidad de los días. Me cambió el pensamiento en muchas cosas a partir de ahí, y de alguna manera significativamente, ese Domingo fue el comienzo. 
A los pocos meses me anoté en perseverancia. Eramos tan pocos que los propios catequistas se unían a nosotros para hacer, más que nada, un grupo para charlar y compartir el rato. Mientras terminaba el secundario, me iba de vacaciones, disfrutaba un verano hermoso. 
En Marzo de 2007 me llamaron para dar Confirmación. Eso fue lo más maravilloso que hice durante varios años hasta el 2013. Con el tiempo llegaron los diferentes grupos, la gente, las personas, el amor, nuevos amigos, peleas, sueños, actividades, desafíos, adoraciones, la formación de un grupo misionero, Los Cóndores, retiros, el barrio, divisiones y uniones, dificultades e hipocresías, Río Luján, reencuentros, Pentecostés, propuestas, enojos, reproches, votaciones, Ranchos...
Toda mi vida, desde cierto punto, estuvo marcado por varias actividades ahí. Suelo pensar en que las cosas de la vida tienen significado. Y ese significado lo podemos encontrar en cada cosa bajo el sol. Como si fuese una novela de García Márquez o una película de Spielberg. En pequeños gestos u objetos se encuentran significaciones de la vida misma. 
Allí en un inmenso baúl de recuerdos que tengo, se encuentra esa mañana helada de Julio de 2006. El comienzo de todo. El momento cumbre de mi vida espiritual. Lejos estaba de pensar y sentir tantas cosas que pienso y siento hoy. Mis ideas de justicia, oprimido, Dios y otras más eran muy pero muy diferentes. Todavía me faltaba ganar todo, para luego perderlo todo. Todavía me faltaba sentirme perfectamente bien para luego sentirme muy mal conmigo mismo. Pero no dejo de pensar que ese fue el momento cumbre, el instante en donde Dios escribió o tarareó un poco de mi vida. Para después dejar que haga el resto.
Lo más grande siempre fueron las personas. En donde siempre sentí la presencia del buen Dios pidiendo obrar y obrar siempre. Es fácil con el correr de estas líneas pensar en aquellas que me fallaron o sentí que traicionaron. Pero no quiero. No dejo de ser, en ningún momento, cristiano. Y siempre defendí eso. A pesar de los errores, los cuestionamientos, los alejamientos, los tropezones, los dolores y los rencores, siempre salí adelante con la idea de esperanza. Con amigos tan leales como compañeros. Con el amor saltando sobre todo lo demás. Siempre con la necesidad de seguir construyendo el reino como el hermano Jesús quería y por lo que murió. 
Así me encuentro ahora. Casi como si fuese ayer o cualquier otro día. Viviendo. Amando. Creciendo. La mañana del 2 de Julio de 2006 sigue presente en mí. Aunque casi ni me reconozca en ese pibe que temblaba de nervios por vaya uno a saber qué. ¿Será que el alma ya sabía todo lo hermoso y gratificante que se me venía por delante? ¿Será que el corazón se preparaba para latir como nunca lo había hecho hasta ese momento? 
Ese pibe fui yo. Ese muchacho todavía soy yo. Allí, ahora, siempre.

martes, 24 de diciembre de 2013

Navidad

Dicen que dicen que un día llegó el momento de cumplir todas las profecías y el buen Dios vio que era el momento de mandar a su hijo amado, a su propio amado a la tierra. Para que los hombres puedan entender de una buena vez y puedan amar, que tanto nos ha costado en la historia.
Dicen que Dios, siempre en su eterna sabiduría, eligió una joven llamada María. Ella era chica, y vivía en la periferia de la periferia. Podría haber sido una muchacha de Roma o Grecia. Pero no. ¿Acaso otra mujer hubiera tenido tanto valor como María de Nazaret? La pobre chica estaba comprometida con un señor un poco mayor que ella llamado José. ¿Sabemos si se conocían? ¿Si realmente se amaban? Que se yo, poco me importa ahora. Lo que sabemos es que Dios la eligió y aunque pocas veces lo digan María, nuestra pobre muchachita de Nazaret, esa aldea de Israel, dijo que sí. Eligió también decir que si y aceptar lo que Dios tenía pensado para ella. No se si realmente todos somos como María, si aceptamos realmente lo que Dios tiene pensado, desde siempre, para cada uno de nosotros. A veces la vida, o alguien, te golpea y simplemente tenes que bancartela porque es así; pero hay dos maneras de aceptarlo. Una es con resignación, odiando lo que está pasando y casi sin vivirlo. Otra, la que el buen Dios nos invita, es confiar, aceptar que si las cosas pasan por algo es. Hay algo, dentro de un plan maestro universal de Dios, que nos puso donde estamos y quiere que estemos donde estamos. Y cerrando los ojos nos enfrentamos a lo que sea, sabiendo que Dios no nos deja solos. Así obró María. Y dicen que dijo que sí, y se la bancó. Le tocó ser la madre de Jesús, el salvador. Y eso implicaba que en algún momento ella tendría que acompañar a su hijo a predicar, a enfrentar a la opresión, a la injusticia, al dolor que su propio pueblo vivía. Y algún día, seguramente (Porque no todos los hombres iban a escuchar) el dolor se convertiría en muerte y el miedo abundaría. Entonces, ¿por qué no? ella sería parte de algo más grande de lo que podría ser siendo simplemente una joven comprometida con José.
José...Dicen que dicen que se la bancó. Porque de repente su joven virgen comprometida aparecía embarazada, de la nada. Una infidelidad sería lo que cualquiera pensaría. Él sería la víctima, por haber sido deshonrado y humillado y ella, la pobre chica que sí decía la verdad, sería ajusticiada por la ley de aquella época. Entonces el buen José, que eran grande y noble, decidió abandonarla en secreto. Que nadie se entere de nada, pero que ella pueda tener su hijo en paz, nadie le hiciera daño. Y así un ángel se le apareció, le contó la verdad, lo convenció y José cambió de parecer. Porque a los hombres buenos, a los corazones puros y nobles, no le hacen falta muchas explicaciones para obrar bien.
Así estuvieron juntos esperando el nacimiento de ese salvador que vendría a hablar de paz y perdón. Dicen que dicen que cuando casi estaba por parir María y su esposo José se vieron obligados a moverse porque en aquellos tiempos se realizaba un censo y todos tenían que censarse en su pueblo de origen. Así, a lomo de burro se pusieron en marcha. Llegando a Belén, una muy pequeña aldea, María tuvo que parir. Y como el dinero era poco y la indiferencia mucha, el mesías Jesús vino a nacer en este mundo en un pesebre, donde se alojan los animales de campo de noche. Allí, casi en soledad y sin ser noticia en ninguna parte del mundo vino a nacer nuestro salvador, el primer hippie de la humanidad. Cuentan por ahí que algunos pastores, trabajadores de la tierra que siempre esperan una mejora en sus vidas, fueron avisados y fueron a saludarlo y alabarlo. ¿Cuántos habrán sido? Unos pocos seguramente. Tampoco es que en aquel pesebre entraban muchas personas. Y llegaron, también cuentan, unos magos del oriente que llegaron siguiendo una estrella, un misterio que al día de hoy desvela a los astrónomos.Y todo se cumplió y ese niño nació. Varios años después sería predicador, revolucionario, hacedor de milagros, maestro, pacifista pero provocador, incorruptible, perseguido. Sería firme como una roca pero muy tierno, doliendole en carne propia el dolor de las gentes y la injusticia. Molestaría y sería apresado, enjuiciado y condenado a morir en la cruz, la peor de las muertes, reservada para los peores criminales y para aquellos que se le animaban a Roma, al poder centralista e imperialista de la toda poderosa Roma, que tranzaba con la alta sociedad de Jerusalén.
Todo esto recordamos en Navidad, es el comienzo de la película. Un simple niño en brazos de su madre.
Después el sentido se cambió, apareció el gordo del norte que trae regalos, las fiestas y el consumismo. La navidad dejó de ser la noche en la que debemos tener esperanza porque Dios no se ha olvidado de su pueblo, sino una noche donde gastamos todo lo que podemos. Vemos quien llena más el árbol de navidad de regalos o el cielo de fuegos artificiales. Poco importa desearle al otro el bien, más allá de cual sea la religión. Es una noche para amarnos, para desear paz a todos, amigos (Siempre espero que sean los más) y enemigos.
Nos hemos olvidado de ese mensaje, de aquel niño llorando en un pesebre, rodeado de un par de personas, algunos animales, y mucho olor a mierda.
Dicen que dicen que cada Navidad (Que en realidad no es en Diciembre) y cada día, Jesús de Nazaret vuelve a nacer en cada uno para que nazca nuevamente la esperanza: Dios no se olvidó de su gente, de sus hijos. El bien al final triunfará.Y la esperanza se convertirá en justicia y paz. Para todas las personas que habitan este mundo, que lo habitaron y lo habitarán.

martes, 3 de diciembre de 2013

San Francisco Javier

El día que Francisco murió, en aquella lejana isla de la antigua China, muchas personas no se enteraron. La época estaba lejos de destacarse por las comunicaciones y la velocidad de las noticias. Además, Francisco no era precisamente una estrella internacional. Pero era famoso en aquellas tierra y por sobre todas las cosas era querido.
Eran muchas las personas de aquellas lejanas tierras que lo amaban y lo respetaba como se hace a alguien que tiene mucha sabiduría, a pesar de no llegar a los cincuenta años. Algo tenía ese tipo, algo que los demás no tienen.
Su carisma, su entrega, sus ganas de laburar por sobre todas las cosas. Esas palabras que salían de sus labios, capaces de calmar cualquier dolor. "Parece un santo" dijeron varios por aquellos años. "¿Qué es un santo?" dijeron otros que apenas entendían sobre lo que el aventurero Francisco contaba. Algo de un carpintero, que perdonaba, que no juzgaba, que amaba a todos y a todas. Algo de una cruz, de una muerte espantosa pero luego un final feliz. Una invitación a hacer lo mismo.
En fin, muchas cosas raras y apenas creíbles, pero en la voz de aquel europeo sonaba distinto. Hablaba con tanta paz, con tanto amor. Obraba de la misma manera, y eso contagiaba. Invitaba a la conversión, a la cosecha, hablaba de misiones y de misionados. Llegaba a un pueblo (Uno de esos tantos que hay en aquellas zonas) fundaba un centro, enseñaba, organizaba y partía al siguiente poblado.
Francisco no imponía su idioma ni su cultura. Sólo hablaba de Dios y del amor. Aprendía idiomas, se empapaba de las diversas culturas, se enamoraba de la gente.
El día que Francisco murió alguien lo supo: Nunca habría un misionero como él.

martes, 23 de julio de 2013

Humberto

Era Domingo y estaba recién llegado de un retiro. Con el grupo de los jóvenes misioneros solemos hacer retiros en el salón comunitario del barrio San José. Venía de experimentar el frío, porque ahí no hay calefacción ni nada. Dormimos en el piso sobre alguna alfombra y el frio se te mete en el cuerpo. Con esa sensación aún en la piel llegue a la parroquia. La noticia que me recibió era que Humberto, uno de los señores que siempre viene a cenar a Caritas, estaba en el atrio del templo, con lo poco que tenía (Su bolsa negra que lo acompaña a todos lados) empapado, enfermo y abandonado. No tenía donde ir, salvo ese pequeño techo del atrio, no podía comer nada. Tenía una herida con un torniquete a la altura de la cintura pero poco más se sabía. Los chicos no habían sabido que hacer con él, le habían dado una manta y algo para tomar. Él esperaba, firme en la puerta de la parroquia, a que pasara la noche, abriera sus puertas Cáritas y así poder hablar con la coordinadora, Cristina, para poder recibir ayuda.
Pero primero había que pasar esa noche y según los chicos no estaba en buenas condiciones. Yo tampoco, mi dolor de garganta y de cabeza era enorme pero escuché atentamente todo. Propuse llamar al 911 y llamé a un par de amigos para ver qué podía hacer. Me dijeron que llame a la comisaría de Victoria, nunca entendí bien por qué. Una ambulancia ya había ido a verlo a Humberto pero no habían podido llevárselo porque él no quería, porque solo lo atendían un rato y después de unas horas lo dejaban en la calle de vuelta. Y ahí tendría que volverse caminando desde el hospital de San Fernando a la parroquia Aránzazu solo.
Agustina, una de las chicas que estaba conmigo, llamó. No le dijeron mucho, que podían mandar una ambulancia pero a nadie más, que había patrulleros pero sólo para recorrer y que, lo más indignante, el servicio de asistencia a personas de la calle sólo funcionaba de Lunes a Viernes. Era increíble, el fin de semana más frío de todo el año y la respuesta era esa. Después de cortar nos mezclamos entre todos los que estábamos ahí en un discurso de bronca e impotencia que obviamente no sirvió de mucho. Finalmente pensé que lo mejor, como siempre, era moverse uno. Y todos pensaron lo mismo. Hicieron un café, agarraron otra manta que había tirada por ahí, un poco de comida y salieron al encuentro de Humberto.

Yo me quedé adentro, tenía mucho miedo por mi anginas. Esperé todo ese rato adentro con un par, pensando en cual había sido el mayor frío que había pasado en mi vida y cuánto tiempo había durado. Después pensaba en que seguramente esa sensación Humberto y miles de personas la sufrían todas las noches de esos crudos inviernos. Cuando volvieron los chicos contaron cómo estaba y el rato de charla que habían tenido con él. Sus historias y anécdotas de vida, la familia que tenía y que lo había abandonado. Su pasado un poco más próspero, la crisis del 2001 que lo había dejado en la calle, su militancia en sus años jóvenes, Perón, Ezeiza, etc. Pensé en lo mucho que me hubiese gustado estar ahí, escuchar su historia, ver su rostro, seguramente pálido por el frío pero emocionado por ese rato de charla. Es que el encuentro con la gente es así, no solamente el plato de comida que llevas o la ropa que donás. La gente suele hacer estos gestos casi con indiferencia a veces. Pero algunos pensamos en compartir, en charlar, en cenar juntos, en reírnos, etc. Humberto y el frío que había experimentado en ese retiro me hicieron pensar mucho en lo que podíamos hacer como personas en el mundo de hoy. También me hizo pensar en Jesús de Nazaret, pobre entre los pobres, invitando a compartir el hambre y el frío si no queda otro camino. También pensé en lo mucho que nos cuesta ese camino. 

martes, 14 de mayo de 2013

Pentecostes


¿Qué es Pentecostes?

Originalmente se denominaba “fiesta de las semanas” y tenía lugar siete semanas después de la fiesta de los primeros frutos (Lv 23 15-21; Dt 169). Siete semanas son cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (= cincuenta) que recibió más tarde. Según Ex 34 22 se celebraba al término de la cosecha de la cebada y antes de comenzar la del trigo; era una fiesta movible pues dependía de cuándo llegaba cada año la cosecha a su sazón, pero tendría lugar casi siempre durante el mes judío de Siván, equivalente a nuestro Mayo/Junio. En su origen tenía un sentido fundamental de acción de gracias por la cosecha recogida, pero pronto se le añadió un sentido histórico: se celebraba en esta fiesta el hecho de la alianza y el don de la ley.

En el marco de esta fiesta judía, el libro de los Hechos coloca la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles (Hch 2 1.4). A partir de este acontecimiento, Pentecostés se convierte también en fiesta cristiana de primera categoría (Hch 20 16; 1 Cor 168).


PENTECOSTÉS, algo más que la venida del espíritu...

La fiesta de Pentecostés es uno de los Domingos más importantes del año, después de la Pascua. En el Antiguo Testamento era la fiesta de la cosecha y, posteriormente, los israelitas, la unieron a la Alianza en el Monte Sinaí, cincuenta días después de la salida de Egipto.
Aunque durante mucho tiempo, debido a su importancia, esta fiesta fue llamada por el pueblo segunda Pascua, la liturgia actual de la Iglesia, si bien la mantiene como máxima solemnidad después de la festividad de Pascua, no pretende hacer un paralelo entre ambas, muy por el contrario, busca formar una unidad en donde se destaque Pentecostés como la conclusión de la cincuentena pascual. Vale decir como una fiesta de plenitud y no de inicio. Por lo tanto no podemos desvincularla de la Madre de todas las fiestas que es la Pascua.
En este sentido, Pentecostés, no es una fiesta autónoma y no puede quedar sólo como la fiesta en honor al Espíritu Santo. Aunque lamentablemente, hoy en día, son muchísimos los fieles que aún tienen esta visión parcial, lo que lleva a empobrecer su contenido.
Hay que insistir que, la fiesta de Pentecostés, es el segundo domingo más importante del año litúrgico en donde los cristianos tenemos la oportunidad de vivir intensamente la relación existente entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.
Es bueno tener presente, entonces, que todo el tiempo de Pascua es, también, tiempo del Espíritu Santo, Espíritu que es fruto de la Pascua, que estuvo en el nacimiento de la Iglesia y que, además, siempre estará presente entre nosotros, inspirando nuestra vida, renovando nuestro interior e impulsándonos a ser testigos en medio de la realidad que nos corresponde vivir.

Culminar con una vigilia:

Entre las muchas actividades que se preparan para esta fiesta, se encuentran, las ya tradicionales, Vigilias de Pentecostés que, bien pensadas y lo suficientemente preparadas, pueden ser experiencias profundas y significativas para quienes participan en ellas.
Una vigilia, que significa “Noche en vela” porque se desarrolla de noche, es un acto litúrgico, una importante celebración de un grupo o una comunidad que vigila y reflexiona en oración mientras la población duerme. Se trata de estar despiertos durante la noche a la espera de la luz del día de una fiesta importante, en este caso Pentecostés. En ella se comparten, a la luz de la Palabra de Dios, experiencias, testimonios y vivencias. Todo en un ambiente de acogida y respeto.
Es importante tener presente que la lectura de la Sagrada Escritura, las oraciones, los cantos, los gestos, los símbolos, la luz, las imágenes, los colores, la celebración de la Eucaristía y la participación de la asamblea son elementos claves de una Vigilia.
En el caso de Pentecostés centramos la atención en el Espíritu Santo prometido por Jesús en reiteradas ocasiones y, ésta vigilia, puede llegar a ser muy atrayente, especialmente para los jóvenes, precisamente por el clima de oración, de alegría y fiesta.
Algo que nunca debiera estar ausente en una Vigilia de Pentecostés son los dones y los frutos del Espíritu Santo. A través de diversas formas y distintos recursos (lenguas de fuego, palomas, carteles, voces grabadas, tarjetas, pegatinas, etc.) debemos destacarlos y hacer que la gente los tenga presente, los asimile y los haga vida.
No sacamos nada con mencionarlos sólo para esta fiesta, o escribirlos en hermosas tarjetas, o en lenguas de fuego hechas en cartulinas fosforescentes, si no reconocemos que nuestro actuar diario está bajo la acción del Espíritu y de los frutos que vayamos produciendo.
Invoquemos, una vez más, al Espíritu Santo para que nos regale sus luces y su fuerza y, sobre todo, nos haga fieles testigos de Jesucristo, nuestro Señor.


Gracias por la info Catholic.net


Pero seguís sin entender aún qué es el Espíritu Santo. Bueno, resulta que el amor de Dios y Jesús es tan grande que forma una tercera persona: El Espíritu Santo, como el buen Patricio explicaba a los campesinos de Irlanda con su trébol. El Espíritu nos impulsa en nuestro compromiso con la iglesia, como si fuese huracán y fuego, como le sucediese a los discípulos de Jesús en aquella fiesta de Pentecostes.
Dice el libro de los Hechos de los Apóstoles:
"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados,  y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos.  Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse."

A partir de allí los discípulos se lanzaron a la misión que Jesús les había dejado, llevaron su palabra a las personas y es por eso que en Pentecostés celebramos el nacimiento de la iglesia. Esta fiesta debería recordarnos nuestra tarea como cristianos.

El Espíritu Santo lo recibimos en el bautismo, allí inunda nuestra alma y lo recibimos de manera perfecta en la Confirmación. Podemos asociarle símbolos como la paloma, el viento (Fuerza invisible pero real) o el fuego (Que purifica todo); y podemos encontrarle varios nombres como: espíritu de verdad, el abogado, el paráclito, etc.
El Espíritu Santo motiva, anima, inspira, ilumina, empuja a todos los cristianos, de manera individual o en iglesia, a proclamar la buena nueva. Por eso decimos que el Espíritu es el motor de la iglesia de Cristo.

Según Isaías los dones que regala el Espíritu Santo son:


- Sabiduría: Nos permite experimentar y disfrutar las cosas divinas

- Entendimiento: Nos ayuda a entender el por qué de las cosas que manda Dios

- Ciencia: Nos ayuda a entender con Fe las cosas del mundo

- Consejo: Permite que podamos guiar a otras personas en el camino del bien

- Fortaleza: Nos ayuda a no caer en las tentaciones y a superar situaciones difíciles

- Piedad: Nos da la posibilidad de, a traves del respeto, amar a todos los hombres y Dios

- Temor de Dios: Nos recuerda que amamos y, por lo tanto, respetamos a Dios.


Con mucha alegría hay que prepararnos para Pentecostes, para recordar una vez más qué compromiso tenemos con nuestros hermanos, con Dios y con la misión que Jesús nos dejó. 

sábado, 16 de marzo de 2013

Maewyn, el misionero


Maewyn nació hace muchos, muchísimos años en alguna costa europea. Desde chico, gracias a su familia, fue educado en la fe católica mientras el Imperio Romano se derrumbaba de a poco. Pero los giros de las vidas juegan con estas cosas. Un comienzo típico, casi aburrido desde un punto de vista novelero, pero que fluirá en algo más grande, que con el tiempo se mezclará entre el consumismo, la fe y la cerveza. 
Ocurre una noche cuando transitaba los dieciséis años. Unos ladrones entran en su casa con mucha violencia y arrebatan la vida de los padres del joven Maewyn. Quizás piensan en hacer lo mismo con él y sus hermanos, pero en vez de eso son atados y llevados como prisioneros para ser esclavos en una isla. Una isla justo en donde el Atlántico comienza su camino a la inmensidad. 
Es tratado (Vendido ¿quién sabe?) como un objeto solo dedicado al trabajo. Las ovejas y su cuidado fueron su labor, mientras, a pesar de todo, se dedicaba a la oración, bajo lluvia, nieve vientos y climas insoportables. Y siendo, obviamente, un esclavo, durante seis años. Pero en algún momento descubre que puede, que debe, salir de esa isla; que necesita escaparse porque algo más lo espera. Con su Dios de guía logra irse, llega a la costa, encuentra un barco y decide sumarse a su tripulación. El capitán se le ríe en la cara pero el joven Maewyn insiste y logra convencerlo. Y después de un penoso viaje llega a su tierra natal, vuelve a su casa, se reencuentra con su familia. Parece ser el final hermoso y feliz de una buena película, pero es en realidad el comienzo de todo. 
No logra olvidarse de sus años de sufrimiento, no olvida aquellas tierras ni aquellas gentes, tiene un sueño, tiene una visión, se decide. Busca a un primo, uno que era sacerdote o ya obispo, aquel Martín que se había instalado en Tours, y comienza sus estudios de ciencias sagradas en el monasterio. Años después se ordena sacerdote, y pasa unos años haciendo vida monacal. Hasta que se entera de los rumores: Las misiones católicas en la tierra que lo tuvo como esclavo no paran de fracasar. Maewyn siente el llamado, siente su misión, allí donde cualquier otro humano llamaría infierno. Aquel lugar donde peor la había pasado, donde sus dolores se mezclaban con su soledad y su trabajo. Se entrevista con el papa, consigue el permiso para viajar, arma un grupo de misioneros y parte a Irlanda. 
No lo reciben bien, debe viajar al norte de la isla y muy de a poco comienza el camino de su misión. Busca a quien lo tuvo como esclavo, lo perdona, lo invita a confesarse y unirse a él. No lo logra, o eso dicen, pero camina y camina, conoce el lenguaje, la cultura, las tradiciones de aquella tierra. Solo así, piensa para sí mismo, se puede anunciar a Jesús. Se mete de lleno en su historia, bautiza, celebra, convierte; no tiene mártires ni derrama sangre. Solo lleva el evangelio y el mensaje pacífico. El rey lo quiere conocer y se impresiona. "Puedes anunciar por toda la isla, te lo permito". Se lo comienza a conocer por su obra, su austeridad, su sinceridad y su amor. Es que ama aquello que los hombres dirían que debe odiar. Elije moverse no por venganza, sino por amor. Dicen que aquella tierra es su tierra. Dicen que nunca se olvidarán de él. 
Misiona y educa porque solo así tiene sentido su labor. ¿De qué sirve hablar de Dios si el pueblo no sabe leer y escribir?
Su simpleza para misionar y meterse en cada aspecto cultural, social y religioso de Irlanda sorprende a todos y a todas. Dicen que una tarde le piden que explique la santísima trinidad. Lo hace simple, toma un trébol de aquellos que abundan en esas tierras y dice: "Una hoja es el Padre, otra el Hijo y otra el Espíritu Santo, son tres que a la vez son uno"
Su historia se convirtió después en una historia comercial, los descendientes de sus misionados lo llevaron a la tierra madre de los negocios y desde allí el verde, el trébol y la cerveza tuvieron todo tipo de explicaciones. Su figura se vendió, su mensaje se perdió y pocos hoy preguntan quién fue. Solo se juntan en su nombre a olvidar penas, levantarse una dama o vaya a saber qué. 
Dicen que amó aquello que debió odiar. Dicen que se fue un 17 de Marzo. Dicen que nadie lo llamó por su nombre original. Lo llamaron Patricio. Patricio de Irlanda. San Patricio de Irlanda.

lunes, 25 de febrero de 2013

Río Luján 2012: Peregrinos bajo la Luna


"Bajo el cielo infinito, existe sólo una gran familia"  Confucio


Fueron unos minutos, unos pequeños pero eternos momentos caminando todos juntos bajo una luna imponente, con las estrellas como testigo...
Río Luján 2012 aparecía para mi como un misterio en los días previos. Terminó siendo, sin lugar a dudas, la misión del reencuentro con uno mismo. A lo largo de cinco días descubrimos cuan simple y grande puede ser nuestra obra y como nuestras manos pueden ser ofrecidas al reino de Jesús, el de la justicia y el amor. 
Cuando los discípulos de Jesús visitaban pueblos, llevaban la palabra de su maestro, curaban enfermos, hablaban a multitudes, hacían milagros y luego se iban. Así le paso a tipos como Pedro o Pablo. Formaban comunidades que luego tenían que aprender a trabajar juntos, a ser uno y no depender del apóstol o discípulo que la había creado. Pero en más de una ocasión estas comunidades con el correr del tiempo mostraban algunos problemas, tenían sus divisiones y sus diferencias, malos entendidos, etc. Entonces aquellos que habían sido fundadores, volvían a visitarlos o escribían cartas para guiarlos en el mensaje de Jesús. En un contexto similar se escribió, por ejemplo, la carta de San Pablo a los cristianos de Corintio. 
Así que en cierto punto iba con esa incertidumbre, no sabía como estaba la pequeña y precaria comunidad que habíamos dejado el año anterior después de ese inolvidable fogón. No sabía cuanto trabajo tendríamos por delante y ni siquiera sabía, en realidad ninguno sabía, si alguno de los nenes siquiera se iba a acordar de nuestras caras o nombres. 
Pero bueno, evidentemente algo hicimos bien ese primer año, porque no solo que los nenes se acordaban de nosotros sino también las señoras de la capilla. Aunque la capilla no puedo decir que es la misma, tiene vida, se nota. Hay catequesis, grupo de oración y misión, misa seguido. La gente siente la presencia de una capilla y de una comunidad que intenta hacerse lugar entre las necesidades del barrio. De manera apaciguada quizás, dando los primeros pasos, pero firme. Le falta mucho todavía, obvio, pero va en buen camino.
Ese crecimiento, la comunidad se lo debe al nuevo sacerdote, el Padre Hernán, quien puso al barrio como una de sus prioridades al llegar a la parroquia de Manzanares (San Luis Gonzaga) y creo también, me sumo un porotito, a la comunidad San Patricio. Como todo aquel que haya ido a misionar sabrá, volver a un lugar donde uno estuvo un año antes misionando es ver recuerdos por cada rincón. Y de cada lugar uno trata de rememorar todo y trasmitirlo a aquellos que visitan ese lugar por primera vez. La comodidad de dormir en la parroquia, para cargar bien energías y la posibilidad de contar con una buena cocina y una buena ducha, marcaban la diferencia. Es cierto, la parroquia queda a 3 o 4 kilómetros de la capilla, pero ese trayecto en colectivo a la mañana se volvía de lo más divertido. Y la vuelta a la tardecita noche no se quedaba atrás. La canchita para jugar a la pelota y el merendero donde poder almorzar cerraban un panorama perfecto y más aún cuando las primeras experiencias de misión por las casas eran tan hermosas.

Pero por alguna extraña razón, dentro del plan de Dios claramente, cuando las cosas parecen hermosas y simples, algo aparece para ponerte a prueba, un desafío para cada uno en lo personal y para todos como comunidad. Y las coincidencias o el que vaya a saber qué de las cosas. Porque no entiendo, ya que el primer día de misión me levanté y repartí unas golosinas con el mensaje "Para endulzar los momentos amargos durante la misión" y pareció a propósito. ¿Será que Dios realmente está hasta en los detalles más chicos y nosotros simplemente somos sus herramientas? ¿Será que realmente seguimos sin ver esto?
Resultó que ese mismo día las cosas no nos salieron tan bien como esperábamos. Cosas de misión, que suelen pasar: Los nenes no te hacen tanto caso, porque no respetan nada porque, lamentablemente, nadie los respeta a ellos,  los juegos no salen bien, te sentís abatido, la misa es un desastre y encima no va nadie, la guitarra desafinada y una larga lista de detalles que suelen abandonarte y dejarte, a vos y a todos, con unas cuantas lágrimas en los ojos. 
Pero quizás el buen Dios sabía que a todos nos andaba haciendo falta un abrazo, entonces hizo que nos abrazáramos.. Y el buen Dios, sabe mostrarte que todavía hay esperanza. Porque sí, lo sé, fue una gran coincidencia y todo eso que me vas a decir vos, mi amigo el escéptico. Pero se lo que viví y como lo viví. Estar sentado en la misa tocando en el coro con una gran amiga y catequista, viendo a varios con caras largas abatidos, y comenzar a cantar "Esperando contra toda esperanza" mientras el peor de los nenes, un pequeño demonio hecho niño, se acercaba y rezaba... y bueno, un escalofrío te recorre el cuerpo. Porque sentís que hay esperanza, que valía la pena seguir laburando y dando todo por esos nenes que, en muchos casos, nunca habían tenido nada. Saber que buena parte de nuestra sociedad quizás ya los daría por perdidos, o como personas que no valen la pena, saber que eso es tan lejano del mensaje de Jesús, de ese amor por el más pequeño de todos nuestros hermanos. Fue un instante en el que supe que a pesar de todo, valía la pena estar ahí. Y lloré, de la emoción, del orgullo de formar parte de ese grupo. De ver a tan enormes personas haciendo frente a un laburo hermoso, maravilloso, lleno de amor y tan solidario como ir a misionar. 

Ese día a la mañana con mi compañera de misión habíamos repartido, en nuestra oración matutina, un hilo a cada uno. Y les habíamos enseñado a hacer un nudo en particular, con la intención que lo hicieran en cada momento de la misión en la que sintiera a Dios o vieran su presencia representada en algo o alguien. No se si alguno habrá hecho lo mismo que yo, pero no dudé en sentarme en la puerta de la capilla a hacer no uno, sino varios nudos.
Es en estos momentos cuando descubrís (O recordas otras veces) por qué necesitamos de otras personas, por qué Dios nos pone a trabajar en comunidad, por qué si realmente buscamos el cambio en el planeta tenemos que entender que ese cambio debemos hacerlo entre todos. Si no tenes a alguien que te levante cuando caes, si no tenes a alguien que te abrece y te escuche, si no tenes a alguien que quiera llorar con vos, nada tiene sentido. Y esas cosas pasan porque las necesitamos, Jesús lo supo y por eso los envió de dos en dos.
Río Luján 2012 fue la misión de las situaciones bizarras, del saber qué personas Dios va poniendo al lado tuyo para que caminen juntos. Fue descubrir que hay un porqué, que Dios no junta a las personas porque si. Con el correr de los días la catequesis con los nenes fue en aumento, se vivieron situaciones hermosas, esas caricias al alma disfrazadas de abrazos tiernos o de palabras justas. Fueron los días del mate, de las anécdotas, de las tardes descansando, de las guitarreadas, del abrazo fraterno, del Eber y del carnaval adelantado por la alegría de compartir la vida. Fue la tarde última de juegos con los nenes y la murga moviendo al barrio mientras algunos, quizás los últimos en enterarse, preguntaban: "¿Quiénes son estos?". 
Es la sonrisa de cada uno de los nenes lo que te llevas de una misión, el "Gracias" de cada casa que visitas, no porque lleves un volante o los invites a misa, sino por ir al encuentro, al compartir, al sabernos y descubrirnos hermanos. 

En uno de aquellos días, en una hermosa casa que visitamos y en donde nos permitieron bañarnos, se me ocurrió con alguien volver caminando a la parroquia. Una caminata de unos cuarenta minutos pero de las más hermosas. Al día siguiente salió la idea de volvernos todos juntos caminando. No estábamos todos, es cierto, pero fue en esa caminata, en esa vuelta a casa, cuando lo comprobé. Cuando vi que el Tata disfrazado de clima nos regalaba esa hermosa y enorme Luna, ese cielo lleno de estrellas y ese clima tan pacífico. Comprobé que podíamos cambiar, que podíamos tener nuestras diferencias, amistades, alejamientos, pero que siempre caminábamos juntos. Comprobé que éramos peregrinos bajo la Luna. Es que San Patricio caminó, camina y caminará siempre, como los peregrinos. A veces descalzos, a veces bajo el sol que quema, parando a descansar o bancar a uno, cargando al que ya no puede, todos juntos, por eso de "Que todos sean uno para que el mundo crea". Yendo hacia alguna verdad, hacia la respuesta, esa que quizás nunca sabremos.
Allí lo recordé, algo de un viejo encuentro de Confirmación. ¿Quién sabe por qué volvió ese recuerdo a mi en ese momento? Pero como si fuese mío lo recitaba dentro mio. Aquel mantra de Unificación:

Los hijos de los hombres son uno y yo soy uno con ellos.
Trato de amar y no odiar;
Trato de servir y no exigir servicio;
Trato de curar y no herir.

 Que el dolor traiga la debida recompensa de luz y amor.
Que el alma controle la forma externa,
La vida y todos los acontecimientos,
Y traiga a la luz el Amor
Que subyace en todo cuanto ocurre en esta época.

 Que venga la visión y la percepción interna.
Que el porvenir sea revelado.
Que la unión interna sea demostrada.
Que cesen las divisiones externas.
Que prevalezca el amor.
Que todos los hombres amen.

No lloré porque no quise. No importa, en esos momentos, los ciclos terminados o las cosas no resueltas. Solo importa caminar, seguir caminando. Y con gente tan hermosa como ellos ¿Quién no seguiría caminando?