En los momentos difíciles, sosténlos, consuela sus corazones, y corona su trabajo de frutos espirituales.

lunes, 25 de febrero de 2013

Río Luján 2012: Peregrinos bajo la Luna


"Bajo el cielo infinito, existe sólo una gran familia"  Confucio


Fueron unos minutos, unos pequeños pero eternos momentos caminando todos juntos bajo una luna imponente, con las estrellas como testigo...
Río Luján 2012 aparecía para mi como un misterio en los días previos. Terminó siendo, sin lugar a dudas, la misión del reencuentro con uno mismo. A lo largo de cinco días descubrimos cuan simple y grande puede ser nuestra obra y como nuestras manos pueden ser ofrecidas al reino de Jesús, el de la justicia y el amor. 
Cuando los discípulos de Jesús visitaban pueblos, llevaban la palabra de su maestro, curaban enfermos, hablaban a multitudes, hacían milagros y luego se iban. Así le paso a tipos como Pedro o Pablo. Formaban comunidades que luego tenían que aprender a trabajar juntos, a ser uno y no depender del apóstol o discípulo que la había creado. Pero en más de una ocasión estas comunidades con el correr del tiempo mostraban algunos problemas, tenían sus divisiones y sus diferencias, malos entendidos, etc. Entonces aquellos que habían sido fundadores, volvían a visitarlos o escribían cartas para guiarlos en el mensaje de Jesús. En un contexto similar se escribió, por ejemplo, la carta de San Pablo a los cristianos de Corintio. 
Así que en cierto punto iba con esa incertidumbre, no sabía como estaba la pequeña y precaria comunidad que habíamos dejado el año anterior después de ese inolvidable fogón. No sabía cuanto trabajo tendríamos por delante y ni siquiera sabía, en realidad ninguno sabía, si alguno de los nenes siquiera se iba a acordar de nuestras caras o nombres. 
Pero bueno, evidentemente algo hicimos bien ese primer año, porque no solo que los nenes se acordaban de nosotros sino también las señoras de la capilla. Aunque la capilla no puedo decir que es la misma, tiene vida, se nota. Hay catequesis, grupo de oración y misión, misa seguido. La gente siente la presencia de una capilla y de una comunidad que intenta hacerse lugar entre las necesidades del barrio. De manera apaciguada quizás, dando los primeros pasos, pero firme. Le falta mucho todavía, obvio, pero va en buen camino.
Ese crecimiento, la comunidad se lo debe al nuevo sacerdote, el Padre Hernán, quien puso al barrio como una de sus prioridades al llegar a la parroquia de Manzanares (San Luis Gonzaga) y creo también, me sumo un porotito, a la comunidad San Patricio. Como todo aquel que haya ido a misionar sabrá, volver a un lugar donde uno estuvo un año antes misionando es ver recuerdos por cada rincón. Y de cada lugar uno trata de rememorar todo y trasmitirlo a aquellos que visitan ese lugar por primera vez. La comodidad de dormir en la parroquia, para cargar bien energías y la posibilidad de contar con una buena cocina y una buena ducha, marcaban la diferencia. Es cierto, la parroquia queda a 3 o 4 kilómetros de la capilla, pero ese trayecto en colectivo a la mañana se volvía de lo más divertido. Y la vuelta a la tardecita noche no se quedaba atrás. La canchita para jugar a la pelota y el merendero donde poder almorzar cerraban un panorama perfecto y más aún cuando las primeras experiencias de misión por las casas eran tan hermosas.

Pero por alguna extraña razón, dentro del plan de Dios claramente, cuando las cosas parecen hermosas y simples, algo aparece para ponerte a prueba, un desafío para cada uno en lo personal y para todos como comunidad. Y las coincidencias o el que vaya a saber qué de las cosas. Porque no entiendo, ya que el primer día de misión me levanté y repartí unas golosinas con el mensaje "Para endulzar los momentos amargos durante la misión" y pareció a propósito. ¿Será que Dios realmente está hasta en los detalles más chicos y nosotros simplemente somos sus herramientas? ¿Será que realmente seguimos sin ver esto?
Resultó que ese mismo día las cosas no nos salieron tan bien como esperábamos. Cosas de misión, que suelen pasar: Los nenes no te hacen tanto caso, porque no respetan nada porque, lamentablemente, nadie los respeta a ellos,  los juegos no salen bien, te sentís abatido, la misa es un desastre y encima no va nadie, la guitarra desafinada y una larga lista de detalles que suelen abandonarte y dejarte, a vos y a todos, con unas cuantas lágrimas en los ojos. 
Pero quizás el buen Dios sabía que a todos nos andaba haciendo falta un abrazo, entonces hizo que nos abrazáramos.. Y el buen Dios, sabe mostrarte que todavía hay esperanza. Porque sí, lo sé, fue una gran coincidencia y todo eso que me vas a decir vos, mi amigo el escéptico. Pero se lo que viví y como lo viví. Estar sentado en la misa tocando en el coro con una gran amiga y catequista, viendo a varios con caras largas abatidos, y comenzar a cantar "Esperando contra toda esperanza" mientras el peor de los nenes, un pequeño demonio hecho niño, se acercaba y rezaba... y bueno, un escalofrío te recorre el cuerpo. Porque sentís que hay esperanza, que valía la pena seguir laburando y dando todo por esos nenes que, en muchos casos, nunca habían tenido nada. Saber que buena parte de nuestra sociedad quizás ya los daría por perdidos, o como personas que no valen la pena, saber que eso es tan lejano del mensaje de Jesús, de ese amor por el más pequeño de todos nuestros hermanos. Fue un instante en el que supe que a pesar de todo, valía la pena estar ahí. Y lloré, de la emoción, del orgullo de formar parte de ese grupo. De ver a tan enormes personas haciendo frente a un laburo hermoso, maravilloso, lleno de amor y tan solidario como ir a misionar. 

Ese día a la mañana con mi compañera de misión habíamos repartido, en nuestra oración matutina, un hilo a cada uno. Y les habíamos enseñado a hacer un nudo en particular, con la intención que lo hicieran en cada momento de la misión en la que sintiera a Dios o vieran su presencia representada en algo o alguien. No se si alguno habrá hecho lo mismo que yo, pero no dudé en sentarme en la puerta de la capilla a hacer no uno, sino varios nudos.
Es en estos momentos cuando descubrís (O recordas otras veces) por qué necesitamos de otras personas, por qué Dios nos pone a trabajar en comunidad, por qué si realmente buscamos el cambio en el planeta tenemos que entender que ese cambio debemos hacerlo entre todos. Si no tenes a alguien que te levante cuando caes, si no tenes a alguien que te abrece y te escuche, si no tenes a alguien que quiera llorar con vos, nada tiene sentido. Y esas cosas pasan porque las necesitamos, Jesús lo supo y por eso los envió de dos en dos.
Río Luján 2012 fue la misión de las situaciones bizarras, del saber qué personas Dios va poniendo al lado tuyo para que caminen juntos. Fue descubrir que hay un porqué, que Dios no junta a las personas porque si. Con el correr de los días la catequesis con los nenes fue en aumento, se vivieron situaciones hermosas, esas caricias al alma disfrazadas de abrazos tiernos o de palabras justas. Fueron los días del mate, de las anécdotas, de las tardes descansando, de las guitarreadas, del abrazo fraterno, del Eber y del carnaval adelantado por la alegría de compartir la vida. Fue la tarde última de juegos con los nenes y la murga moviendo al barrio mientras algunos, quizás los últimos en enterarse, preguntaban: "¿Quiénes son estos?". 
Es la sonrisa de cada uno de los nenes lo que te llevas de una misión, el "Gracias" de cada casa que visitas, no porque lleves un volante o los invites a misa, sino por ir al encuentro, al compartir, al sabernos y descubrirnos hermanos. 

En uno de aquellos días, en una hermosa casa que visitamos y en donde nos permitieron bañarnos, se me ocurrió con alguien volver caminando a la parroquia. Una caminata de unos cuarenta minutos pero de las más hermosas. Al día siguiente salió la idea de volvernos todos juntos caminando. No estábamos todos, es cierto, pero fue en esa caminata, en esa vuelta a casa, cuando lo comprobé. Cuando vi que el Tata disfrazado de clima nos regalaba esa hermosa y enorme Luna, ese cielo lleno de estrellas y ese clima tan pacífico. Comprobé que podíamos cambiar, que podíamos tener nuestras diferencias, amistades, alejamientos, pero que siempre caminábamos juntos. Comprobé que éramos peregrinos bajo la Luna. Es que San Patricio caminó, camina y caminará siempre, como los peregrinos. A veces descalzos, a veces bajo el sol que quema, parando a descansar o bancar a uno, cargando al que ya no puede, todos juntos, por eso de "Que todos sean uno para que el mundo crea". Yendo hacia alguna verdad, hacia la respuesta, esa que quizás nunca sabremos.
Allí lo recordé, algo de un viejo encuentro de Confirmación. ¿Quién sabe por qué volvió ese recuerdo a mi en ese momento? Pero como si fuese mío lo recitaba dentro mio. Aquel mantra de Unificación:

Los hijos de los hombres son uno y yo soy uno con ellos.
Trato de amar y no odiar;
Trato de servir y no exigir servicio;
Trato de curar y no herir.

 Que el dolor traiga la debida recompensa de luz y amor.
Que el alma controle la forma externa,
La vida y todos los acontecimientos,
Y traiga a la luz el Amor
Que subyace en todo cuanto ocurre en esta época.

 Que venga la visión y la percepción interna.
Que el porvenir sea revelado.
Que la unión interna sea demostrada.
Que cesen las divisiones externas.
Que prevalezca el amor.
Que todos los hombres amen.

No lloré porque no quise. No importa, en esos momentos, los ciclos terminados o las cosas no resueltas. Solo importa caminar, seguir caminando. Y con gente tan hermosa como ellos ¿Quién no seguiría caminando?

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