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lunes, 12 de noviembre de 2012

Las causas perdidas valen la pena

Estas últimas dos semanas fueron realmente muy movilizantes para mi. Entre el retiro de Confirmación (Una nueva camada de pibes que muestran sus ganas de cambiar el mundo) la ceremonia del sacramento, encuentros de jóvenes, etc, mi corazón fue viviendo muchos momentos de esos que te hacen olvidar de las cosas que tenés que hacer para el laburo o el estudio. Pero lo que mas me movilizó en estas semanas, en estos días fue, simplemente, una grulla de papel.
A ver, hace algunos años leí la historia de Sadako Sasaki, una niña japonesa que vivía en Hiroshima cuando los Estados Unidos descargó su furia nuclear. Sobrevivió al bombardeo pero años después desarrolló una cáncer fulminante en la sangre (Leucemia). Internada en el hospital, escuchó de una amiga la antigua leyenda que decía que si alguien lograba hacer 1000 grullas de papel (El ancestro arte del Origami) los dioses le concedían un deseo. Comenzó con la tarea para poder pedir una cura, hasta que conoció a un chico de su edad que también estaba enfermo, solo que había perdido y ya sabía que iba a morir. Entonces Sadako supo que el problema era la falta de paz que el mundo sufría. Por eso quiso llegar a tal número de grullas para pedir por la paz en el mundo. Pasadas las 600 murió y sus amigos y compañeros de colegio completaron la tarea. Hoy la historia es símbolo de los movimientos pacifistas y miles de personas ponen sus manos al servicio de la paz haciendo grullas en todo el mundo, con la esperanza de despertar algo en los corazones de los hombres y mujeres.
Durante un tiempo la historia y la idea de hacer mil grullas (O más) me rodeó por la cabeza pero nunca pasó al siguiente paso. Hasta este año, en que la idea volvió y con fuerza. Me parecía que un simple pedazo de papel podía inspirar mucho. Por eso hace unas semanas propuse la idea en el grupo de jóvenes, y a decir verdad mucha compañía no encontré. Solo un par de amigos que me preguntabas cómo hacer una grulla.
Pocos minutos antes de irme de retiro de confirmación, mientras armaba el bolso, vi los papeles en casa y me dije: ¿Por qué no llevarlos? Quizás podía ponerme a hacer ahí y algunos se copaba. Finalmente los llevé y fue la mejor decisión que pude haber tomado. Solo bastó que me ponga a hacer para que vengas otros a preguntarme qué hacía y por qué. Luego aparecían los que ya sabían hacer, y también se prendían. Volví del retiro con muchísimas ganas de hacer grullas y sentí a mucha gente acompañarme.
Es que todos juntos pensamos en la causas perdidas, esas cosas que parecen no tener sentido, que nadie se prendería. ¿Trabajar por la paz? ¿Para qué? Si el mundo nunca estará en paz. Es entonces cuando uno piensa en Jesús y su causa perdida. Dando la vida por amor, sabiendo que pocos entendían su mensaje y quizás, poco lo entenderían después.
Resulta que yo creo que Las causas perdidas valen la pena. Por más que uno sepa que quizás no genere nada, no cambia nada, nunca se sabe. Cuando uno pone todo su amor, su fe y, sobre todo, sus manos al servicio del otro, de la paz, de la justicia, tarde o temprano las cosas cambian. La injusticia se transforma en justicia, la guerra en paz, la opresión en igualdad, el odio en amor. Esta es la transformación que Jesús buscó para su pueblo, para sus hermanos.

Hace dos noches cuando llegamos a las mil grullas no lo podía creer. Por un lado porque solo habíamos tardado dos semanas, por otro lado porque me imaginaba solo en esta empresa. Ver a varios jóvenes, de confirmación, de San Patricio, de San Francisco Javier, amigos de amigos, haciendo grullas me movilizó. Cuando llegamos a la mil, gesto que me tocó a mi, aguanté las ganas de llorar solo porque no sabía si estaba bien o no llorar. Pero hoy se que si lo hacía alguno más hubiese llorado conmigo de la emoción.
Al llegar a la grulla mil, avisé a amigos que no estaban presente ahí en ese momento. Fue cuando me enteré de algo que me puso la piel de gallina. Alguien de por ahí que se había enterado de nuestra historia, de nuestra idea, de nuestro proyecto, mientras sufría el tratamiento por un cáncer, ese mismo día, ese mismo Sábado, había terminado el tratamiento y todo había salido bien. Creer o reventar, o no, ¿Quién sabe?
Y encima de todo esto, al terminar la grulla mil, ¿Qué podíamos hacer? Más grullas. Así que la tarea siguió y hoy superamos las 1500 grullas. No se cuantas más haremos, no se hasta cuando haremos, pero sí se que estos sentimientos no me los voy a olvidar nunca.
Tampoco se cual será la próxima causa perdida que emprenderemos pero sé, estoy seguro que todos lo sabemos, que valdrá la pena.
Es porque LAS CAUSAS PERDIDAS VALEN LA PENA.