En los momentos difíciles, sosténlos, consuela sus corazones, y corona su trabajo de frutos espirituales.

martes, 14 de mayo de 2013

Pentecostes


¿Qué es Pentecostes?

Originalmente se denominaba “fiesta de las semanas” y tenía lugar siete semanas después de la fiesta de los primeros frutos (Lv 23 15-21; Dt 169). Siete semanas son cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (= cincuenta) que recibió más tarde. Según Ex 34 22 se celebraba al término de la cosecha de la cebada y antes de comenzar la del trigo; era una fiesta movible pues dependía de cuándo llegaba cada año la cosecha a su sazón, pero tendría lugar casi siempre durante el mes judío de Siván, equivalente a nuestro Mayo/Junio. En su origen tenía un sentido fundamental de acción de gracias por la cosecha recogida, pero pronto se le añadió un sentido histórico: se celebraba en esta fiesta el hecho de la alianza y el don de la ley.

En el marco de esta fiesta judía, el libro de los Hechos coloca la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles (Hch 2 1.4). A partir de este acontecimiento, Pentecostés se convierte también en fiesta cristiana de primera categoría (Hch 20 16; 1 Cor 168).


PENTECOSTÉS, algo más que la venida del espíritu...

La fiesta de Pentecostés es uno de los Domingos más importantes del año, después de la Pascua. En el Antiguo Testamento era la fiesta de la cosecha y, posteriormente, los israelitas, la unieron a la Alianza en el Monte Sinaí, cincuenta días después de la salida de Egipto.
Aunque durante mucho tiempo, debido a su importancia, esta fiesta fue llamada por el pueblo segunda Pascua, la liturgia actual de la Iglesia, si bien la mantiene como máxima solemnidad después de la festividad de Pascua, no pretende hacer un paralelo entre ambas, muy por el contrario, busca formar una unidad en donde se destaque Pentecostés como la conclusión de la cincuentena pascual. Vale decir como una fiesta de plenitud y no de inicio. Por lo tanto no podemos desvincularla de la Madre de todas las fiestas que es la Pascua.
En este sentido, Pentecostés, no es una fiesta autónoma y no puede quedar sólo como la fiesta en honor al Espíritu Santo. Aunque lamentablemente, hoy en día, son muchísimos los fieles que aún tienen esta visión parcial, lo que lleva a empobrecer su contenido.
Hay que insistir que, la fiesta de Pentecostés, es el segundo domingo más importante del año litúrgico en donde los cristianos tenemos la oportunidad de vivir intensamente la relación existente entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.
Es bueno tener presente, entonces, que todo el tiempo de Pascua es, también, tiempo del Espíritu Santo, Espíritu que es fruto de la Pascua, que estuvo en el nacimiento de la Iglesia y que, además, siempre estará presente entre nosotros, inspirando nuestra vida, renovando nuestro interior e impulsándonos a ser testigos en medio de la realidad que nos corresponde vivir.

Culminar con una vigilia:

Entre las muchas actividades que se preparan para esta fiesta, se encuentran, las ya tradicionales, Vigilias de Pentecostés que, bien pensadas y lo suficientemente preparadas, pueden ser experiencias profundas y significativas para quienes participan en ellas.
Una vigilia, que significa “Noche en vela” porque se desarrolla de noche, es un acto litúrgico, una importante celebración de un grupo o una comunidad que vigila y reflexiona en oración mientras la población duerme. Se trata de estar despiertos durante la noche a la espera de la luz del día de una fiesta importante, en este caso Pentecostés. En ella se comparten, a la luz de la Palabra de Dios, experiencias, testimonios y vivencias. Todo en un ambiente de acogida y respeto.
Es importante tener presente que la lectura de la Sagrada Escritura, las oraciones, los cantos, los gestos, los símbolos, la luz, las imágenes, los colores, la celebración de la Eucaristía y la participación de la asamblea son elementos claves de una Vigilia.
En el caso de Pentecostés centramos la atención en el Espíritu Santo prometido por Jesús en reiteradas ocasiones y, ésta vigilia, puede llegar a ser muy atrayente, especialmente para los jóvenes, precisamente por el clima de oración, de alegría y fiesta.
Algo que nunca debiera estar ausente en una Vigilia de Pentecostés son los dones y los frutos del Espíritu Santo. A través de diversas formas y distintos recursos (lenguas de fuego, palomas, carteles, voces grabadas, tarjetas, pegatinas, etc.) debemos destacarlos y hacer que la gente los tenga presente, los asimile y los haga vida.
No sacamos nada con mencionarlos sólo para esta fiesta, o escribirlos en hermosas tarjetas, o en lenguas de fuego hechas en cartulinas fosforescentes, si no reconocemos que nuestro actuar diario está bajo la acción del Espíritu y de los frutos que vayamos produciendo.
Invoquemos, una vez más, al Espíritu Santo para que nos regale sus luces y su fuerza y, sobre todo, nos haga fieles testigos de Jesucristo, nuestro Señor.


Gracias por la info Catholic.net


Pero seguís sin entender aún qué es el Espíritu Santo. Bueno, resulta que el amor de Dios y Jesús es tan grande que forma una tercera persona: El Espíritu Santo, como el buen Patricio explicaba a los campesinos de Irlanda con su trébol. El Espíritu nos impulsa en nuestro compromiso con la iglesia, como si fuese huracán y fuego, como le sucediese a los discípulos de Jesús en aquella fiesta de Pentecostes.
Dice el libro de los Hechos de los Apóstoles:
"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados,  y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos.  Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse."

A partir de allí los discípulos se lanzaron a la misión que Jesús les había dejado, llevaron su palabra a las personas y es por eso que en Pentecostés celebramos el nacimiento de la iglesia. Esta fiesta debería recordarnos nuestra tarea como cristianos.

El Espíritu Santo lo recibimos en el bautismo, allí inunda nuestra alma y lo recibimos de manera perfecta en la Confirmación. Podemos asociarle símbolos como la paloma, el viento (Fuerza invisible pero real) o el fuego (Que purifica todo); y podemos encontrarle varios nombres como: espíritu de verdad, el abogado, el paráclito, etc.
El Espíritu Santo motiva, anima, inspira, ilumina, empuja a todos los cristianos, de manera individual o en iglesia, a proclamar la buena nueva. Por eso decimos que el Espíritu es el motor de la iglesia de Cristo.

Según Isaías los dones que regala el Espíritu Santo son:


- Sabiduría: Nos permite experimentar y disfrutar las cosas divinas

- Entendimiento: Nos ayuda a entender el por qué de las cosas que manda Dios

- Ciencia: Nos ayuda a entender con Fe las cosas del mundo

- Consejo: Permite que podamos guiar a otras personas en el camino del bien

- Fortaleza: Nos ayuda a no caer en las tentaciones y a superar situaciones difíciles

- Piedad: Nos da la posibilidad de, a traves del respeto, amar a todos los hombres y Dios

- Temor de Dios: Nos recuerda que amamos y, por lo tanto, respetamos a Dios.


Con mucha alegría hay que prepararnos para Pentecostes, para recordar una vez más qué compromiso tenemos con nuestros hermanos, con Dios y con la misión que Jesús nos dejó.