En los momentos difíciles, sosténlos, consuela sus corazones, y corona su trabajo de frutos espirituales.

jueves, 3 de julio de 2014

Siempre soy 2 de Julio

Todo arrancó un 2 de Julio de 2006. Después de ocho inviernos (Ocho primaveras parafraseando a los Guasones) no se bien cómo fue el tema. Ese día me confirmé. Lo recuerdo perfectamente pero recordar el camino previo, encuentros, personas, llantos, emociones, dinámicas, etc, me resulta complicado. 
Pero se me viene el momento de la misa. Fue Domingo a eso de las 11 de la mañana. Dos días antes Argentina había caído en penales con Alemania en el mundial. Esa noche, todavía con el dolor del partido, me había confesado después de muchos años. El día de la celebración, el mencionado Domingo 2 de Julio, estaba lleno de nervios. Creo que ni sabía si mi madrina iba a ir. La había elegido, ella una amiga, porque la sentía cercana, consejera, buena oyente de mis dramas. No era mi mejor amiga, era mi madrina. Me parecía lo más. Esa mañana conocí a su hermana mayor, que durante un tiempo también fue una buena referente. Por aquellos días afirmaba su noviazgo con el que era, justamente, mi catequista. Hace poco se casaron y ahora esperan una nena que, según información de Facebook, se va a llamar Catalina. ¡Qué loco! Cómo el tiempo va pasando y las personas más importantes con el correr de los años pasan a ser sólo caras conocidas, para luego ser un recuerdo de otra época. 
En fin, esa mañana me sentía muy nervioso. Cuando mi madrina llegó me regaló una cruz que conservé durante mucho tiempo hasta que me la robaron (Junto a otras cosas una noche en la puerta de casa). Mis amigos más cercanos estaban ahí y ya sabía que después iban a venir a casa a compartir el día conmigo, junto a la familia. Creo que los que nos confirmábamos eramos mucho menos de los que luego lo hicieron en años posteriores ya como catequista yo. La sensación que me daba era que los conocía a todos. No habíamos tenido, sin embargo, un retiro. Sólo dos convivencias en el colegio porque los gastos para un retiro eran enormes (Si lo comparamos con los precios de hoy sería un chiste).
Recuerdo los nervios más que cualquier otra cosa. No se por qué. También recuerdo fragmentos de la misa, de alguna mirada cómplice con mi madrina o algo así. De la confirmación en sí, es decir cuando pasé con el cura y éste me ungió el óleo en la frente, no recuerdo casi nada. 
Creo que en cierto punto los recuerdos que se me vienen tienen que ver con muchas cosas que pasaron después. Quizás fue el comienzo de todo. De lo bueno y de lo malo. Por aquellos días del 2006 me preparaba para poco después irme a Bariloche y luego terminar el colegio. Empezaba a definir las ganas de estudiar periodismo y comunicación, pero lejos estaba de otras cosas. Un Sábado, eso sí está bien fresco en la cabeza, mi catequista habló de la misión. Contó que había misionado un par de veces, que era de lo más groso que le había pasado en la vida, que todos debían animarse a hacerlo, no sólo en un lugar lejano sino en la cotidianeidad de los días. Me cambió el pensamiento en muchas cosas a partir de ahí, y de alguna manera significativamente, ese Domingo fue el comienzo. 
A los pocos meses me anoté en perseverancia. Eramos tan pocos que los propios catequistas se unían a nosotros para hacer, más que nada, un grupo para charlar y compartir el rato. Mientras terminaba el secundario, me iba de vacaciones, disfrutaba un verano hermoso. 
En Marzo de 2007 me llamaron para dar Confirmación. Eso fue lo más maravilloso que hice durante varios años hasta el 2013. Con el tiempo llegaron los diferentes grupos, la gente, las personas, el amor, nuevos amigos, peleas, sueños, actividades, desafíos, adoraciones, la formación de un grupo misionero, Los Cóndores, retiros, el barrio, divisiones y uniones, dificultades e hipocresías, Río Luján, reencuentros, Pentecostés, propuestas, enojos, reproches, votaciones, Ranchos...
Toda mi vida, desde cierto punto, estuvo marcado por varias actividades ahí. Suelo pensar en que las cosas de la vida tienen significado. Y ese significado lo podemos encontrar en cada cosa bajo el sol. Como si fuese una novela de García Márquez o una película de Spielberg. En pequeños gestos u objetos se encuentran significaciones de la vida misma. 
Allí en un inmenso baúl de recuerdos que tengo, se encuentra esa mañana helada de Julio de 2006. El comienzo de todo. El momento cumbre de mi vida espiritual. Lejos estaba de pensar y sentir tantas cosas que pienso y siento hoy. Mis ideas de justicia, oprimido, Dios y otras más eran muy pero muy diferentes. Todavía me faltaba ganar todo, para luego perderlo todo. Todavía me faltaba sentirme perfectamente bien para luego sentirme muy mal conmigo mismo. Pero no dejo de pensar que ese fue el momento cumbre, el instante en donde Dios escribió o tarareó un poco de mi vida. Para después dejar que haga el resto.
Lo más grande siempre fueron las personas. En donde siempre sentí la presencia del buen Dios pidiendo obrar y obrar siempre. Es fácil con el correr de estas líneas pensar en aquellas que me fallaron o sentí que traicionaron. Pero no quiero. No dejo de ser, en ningún momento, cristiano. Y siempre defendí eso. A pesar de los errores, los cuestionamientos, los alejamientos, los tropezones, los dolores y los rencores, siempre salí adelante con la idea de esperanza. Con amigos tan leales como compañeros. Con el amor saltando sobre todo lo demás. Siempre con la necesidad de seguir construyendo el reino como el hermano Jesús quería y por lo que murió. 
Así me encuentro ahora. Casi como si fuese ayer o cualquier otro día. Viviendo. Amando. Creciendo. La mañana del 2 de Julio de 2006 sigue presente en mí. Aunque casi ni me reconozca en ese pibe que temblaba de nervios por vaya uno a saber qué. ¿Será que el alma ya sabía todo lo hermoso y gratificante que se me venía por delante? ¿Será que el corazón se preparaba para latir como nunca lo había hecho hasta ese momento? 
Ese pibe fui yo. Ese muchacho todavía soy yo. Allí, ahora, siempre.

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