En los momentos difíciles, sosténlos, consuela sus corazones, y corona su trabajo de frutos espirituales.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Río Luján: Día 5



“Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación”. (Mc 16,15)


El Jueves amaneció con el canto de los pájaros, los pocos que se bañaban a esa hora y algunos mates de por medio. Aunque ese día, entre el calor y mis queridos misioneros, cedí y desayuné una buena chocolatada. Aunque en el fondo sentí que traicionaba a mi querido mate.


¡Pocas cosas más lindas que arrancar el día con personas que uno ama! Es arrancar con una sonrisa, es reirte desde el principio del día, es sentirte bien en comunidad, comunidad de hermanos. Me imagino, e imagine esa mañana, a los primeros misioneros, a los discípulos de Jesús viviendo en las primeras comunidades. Entre la misión y la persecución, seguramente tenían sus charlas, sus bromas, se bancaban entre ellos, se escuchaban, compartían el pan. Imagino sus desayunos en comunidad, sus tareas durante el día, sus cenas a las noches y sus balances del día.

Aquel día nos fuimos nuevamente al otro lado de la avenida, a la otra parte del barrio. Esta vez, cosa que suele pasar los últimos días de una misión, recorrimos algunas manzanas varias parejas y medio mezclándonos nos dirigimos a golpear puertas. Así fue que no misioné aquel día con mi compañera de todos los días pero lo hice con dos grandes amigos, dos personas, dos corazones que me llenan por el crecimiento y camino personal de ambos.


Aquella mañana caminamos al costado de la Panamericana, y recorrimos las casas que estan casi sobre ella. Estuvimos en varias casas donde viven algunas personas desde que, prácticamente, se había creado el barrio. Muchas historias, anécdotas, etc.


Recuerdo con especial cariño una casa donde nos atendió el señor y la señora de la casa que viven allí hace bastantes años. Fue una linda charla larga en la puerta de su casa. Escuchar con atención al otro, sin importar si habla de tal o tal tema. ¡Cuánto hace falta en este mundo que la gente abra su corazón al otro! No importa en qué barrio sea, en qué pueblo, con qué velocidad: Siempre la gente termina abriéndose, porque en el fondo lo necesita y le hace bien.


Son momentos donde no importa el calor que golpea fuerte, el sol que no se va, el cansancio o el sueño, o el reloj que te corre porque tenes que volver para el almuerzo. Son como pequeños momentos eternos y divinos donde la presencia de Dios se hace más fuerte que nunca.


Así llegué al almuerzo en el merendero de Margarita, humilde servidora del barrio, que todos los días le sirve la merienda a más de cincuenta chicos. Solo quería almorzar rápido y descansar un ratito, ya que después venían los chicos de San Francisco Javier, la otra comunidad de jóvenes (En su mayoría mas grandes en edad) a la que también pertenezco. Venían de visita, a compartir un día misionero, a compartir a Jesús. Es que todos somos jóvenes, de la misma parroquia, y todos perseguimos el mismo fin. Ambos grupos caminan juntos, a pesar de que algunos tengan un camino más largo que otros. Seguramente para ellos, como para mí, les pasó de sentirse orgullosos. Muchos de los chicos de San Patricio estaban ahí por ellos, porque fueron catequistas, guías, amigos, etc.


Así que al llegar sentí una emoción muy fuerte, fue una tarde hermosa. Vinieron, como siempre, los chicos a jugar y compartir la catequesis y la merienda también con los jóvenes de San Francisco llevaba un plus muy rico. También la misa lo tuvo.


Y al llegar la noche, antes de irnos a cenar, pude bañarme en la casa de una familia del barrio que nos recibió con mucha amabilidad. Y bien limpio me fui a compartir la cena, una ricas pizzas, esta vez en el merendero, con los chicos de San Francisco Javier. Fue un hermoso momento, de esos que llenan, de esas noches donde compartís, compartís y compartís. Entre el deseo de éxito, la bendición y un beso, los chicos se fueron. Tenía, como pocas veces, el corazón lleno. Sólo quería compartir la oración de la noche y descansar.


Y así fue...Por lo menos la primera parte. Una hermosa y sincera oración de dos de las chicas. Y cuando quise dormir me encontré charlando.


Lo que sucede en las misiones es que uno no solo parte hacia el encuentro con Dios, con el prójimo y con uno mismo sino también del que tiene al lado. Del compañero, del amigo, del otro miembro de la comunidad. Esa noche tuve tres charlas hermosas. Reconozco que la última ya casi me dormía parado pero no importaba. Fue un encuentro con Jesús, reconociéndolo en la otra persona. Fue compartir la vida un ratito, con personas que quizás uno cree saberlo todo o bastante.


Cuando me acosté volví a pensar en el día y en la visita de los chicos de la otra comunidad. Y recordé el evangelio de Marcos. "Vayan y anuncien" Eso exactamente estábamos haciendo, eso exactamente eso es lo que hacemos durante el año, durante todos los momentos que nos tocan vivir. Divididos en comunidades, en áreas, como sea, pero anunciando, llevando el mensaje de Jesús. Ya sea con la palabra o haciendo pero anunciando en fin.


Me sentí, y me siento, orgulloso de formar parte de mi parroquia, de mis comunidades, de este hermoso grupo de jóvenes. Haremos cosas bien, haremos cosas mal, pero siempre sé que nos tenemos el uno al otro. Y no hay nada más hermoso en el mundo que sentir que no se está solo en la vida. Gracias misioneros- Me dije a mi mismo- por entrar en mi vida.


Gracias querido barba, porque sabios son tus caminos cuando elijes cruzarnos con las personas. Porque sabios con tus caminos cuando juntas a las personas para ayudar a otras personas.

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