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lunes, 28 de marzo de 2011

Volvió el misionero


He vuelto, después de un desprolijo abandono, a escribir en este blog. Quizás algunos planteos de la vida me llevaron a olvidarme -casi- de este medio, que cree con mucha pasión y amor.
Terminó a principios de año mi misión con el grupo de jóvenes de la parroquia Nuestra Señora de Aranzazu en Los Cóndores. Pequeño pueblo en Córdoba, donde llegamos por primera vez en el 2008 y de donde nos tuvimos que ir con muchas lágrimas y felicidad. Es contradictorio ¿no? pero a veces pasa, uno se va triste por irse pero feliz por el camino que recorrió allí.
Siempre pienso que el verdadero misionado es el propio misionero, el que descubre otro mundo, otras personas, la paz que no reina en la ciudad. El que se descubre a sí mismo, y sobre todo, el que descubre que su misión recién comienza; que debe volver a su casa, a su ciudad, a su trabajo, a su ambiente, a su vida y seguir allí su misión.
Después de tres años en aquel pequeño pueblo de Córdoba, con mucha nostalgia de otros tiempos mejores, con dolores actuales ("Pueblo chico, infierno grande") y con personas fantásticas y abiertas de corazón a contar su vida, su testimonio, su fé; me siento otra persona, no se si mejor o no, pero otra persona. He estado en contacto con el corazón de la gente. Y he pensado, he reflexionado, he decidido que es esto lo que quiero hacer en mi vida.
Aunque algún planteo me hago, me cuestiono, realmente...¿Puedo irme de Los Cóndores? ¿He cambiado algo realmente en tres años? ¿La misión no es en realidad algo de toda la vida? Se puede recorrer un pueblo en un día, se puede visitar sus casa en un par de días, pero misionar un pueblo puede llevarte una vida entera. Sí, quizás lo que me pasa es que no quiero pensar en nunca volver ahí. Pero se que lo voy a hacer, ya pienso en escaparme a mitad de año, entonces...¿Qué debo sentir realmente? ¿Debo pensar ya en ir para otros destinos y olvidarme de Los Cóndores?
Esta pregunta me atacó desde principios de año, no pude responderla y me dolió. Hoy, sin embargo y por esas obras de Dios, siento que quizás puedo responderla, mejor dicho, siento que sé que debo hacer.
Hay que seguir en la búsqueda de Dios, de Jesús. Y seguir siempre ese camino, no se a donde me llevará pero tengo ganas de emprenderlo. Es obvio que voy a tener mis dudas nuevamente pero siento la seguridad de seguir ese camino, más allá de la fe, siento que lo que hago es bueno, que el contacto con la gente me llena, que sacar una sonrisa a un nene me alimenta el alma y que puedo aprender sobre todo de la gente que tengo al lado.

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