Algo que he visto muchas veces en muchos lados, es que los grupos misioneros muchas veces se desviven por ir a misionar bien lejos. Pareciera que: Mientras más lejos se misione, mejor es la misión. No estoy tan de acuerdo con eso, si bien está el tema de la pobreza (Que en algunos lugares es más cruel y dura que en otros lugares), esos lugares no necesariamente están a miles y miles de kilómetros de distancia.
He escuchado frases, rara, como: "Me gustaría irme a un lugar más duro, más heavy, bien lejos"
No es que en esos lugares no se necesite misionar, no hay que malinterpretar (En eso soy experto), sino que también hay lugares bien cercanos que necesitan de la voluntad misionera de uno mismo.
Digo entonces: ¿De qué vale misionar bien lejos si después no podemos vivir como Jesús en nuestro propio barrio? ¿De qué sirve ser servicial cuando estoy con un grupo de jóvenes o con amigos en alguna misión o actividad, si después no seré servicial en mi vida cotidiana?.
No quiero volverme un hombre que hace preguntas catequísticas de primaria, pero si llegar a lo siguiente: La misión se hace en todos lados, y no necesariamente en un lugar bien lejano porque suena a aventura. Como decía la Madre Teresa de Calcuta, cuando miles de voluntarios de todo el mundo querían viajar a Calcuta para colaborar con la madre de los pobres: "Calcuta está a la vuelta de tu casa"
Creo que uno mientras más experiencia misionera tiene, más cerca de su casa debe misionar. Y el gran misionero es aquel que logra misionar en su propio hogar, con su familia, con sus amigos, con su gente. Y eso no se logra de un día para el otro.
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