Hace varios años ya que los 25 de Diciembre no son como solían ser. Pero para bien. Hace unos años que cada Navidad corto con el festejo familiar antes de tiempo para armar el bolso, preparar cosas a último momento y partir rumbo a misionar.
Este 25 de Diciembre de 2011 me tocó partir a Río Luján, un pequeño y humilde barrio cerca de Manzanares, partido de Pilar. Perdido entre muchos barrios privados, clubes, las vías del TBA y la Panamericana. Un destino para poco más de 22 jóvenes dispuestos a brindar su corazón.
Nuestro viaje fue en un micro escolar, post despedida y bendición de la comunidad de Aranzazu, padres y amigos. Un viaje corto pero divertido, pensar que en alrededor de una hora ya estamos ahí.
Al llegar al barrio, luego de bajar nuestros bolsos, materiales y alimentos, celebramos la misa con la comunidad local. Pocas personas, casi ninguna, en la fecha del nacimiento de Jesús. Nuestra sorpresa fue grande pero no desalentadora. Sabíamos que teníamos que trabajar bastante.
Luego de la misa, empezamos a acomodarnos. La capilla Santa Teresa tenía que convertirse en nuestro hogar. Para eso colgamos unas telas para improvisar una división en la capilla: El centro donde rezábamos y un "Cuarto" para las chicas y otro "Cuarto" para los chicos. Al mismo tiempo improvisamos la ducha, afuera, en el parque de la capilla. Nos familiarizamos con las instalaciones, descubrimos que los ventiladores eran solo decoración, y preparamos el corazón.
Fue durante la cena que viví una de las experiencias más hermosas de mi vida. Resulta que como era la primera noche, cada uno de nosotros llevábamos algo para comer (Bueno o casi todos) y lo compartíamos. En el medio de la capilla, pusimos una mesa con lo que cada uno había traído más unas donaciones que habíamos recibido cuando llegamos, y nos sentamos todos en el piso, alrededor de la mesa. Nadie nos conocía en el barrio, nadie sabía que habíamos llegado; más que bancarnos entre nosotros no podíamos hacer.
Fue entonces que me sentí un discípulo de Jesús, como en Hechos. Aquellos de la lectura: "Se Mantenían unidos y ponían todo en común". Sentí una fuerza en el corazón enorme, que me dio muchísimas ganas de ponerme al servicio de todos, de abrazarlos a todos porque estaban inspirándome. Me sentí como Pedro, como Juan, como Santiago. Entendí porque era tan importante mantenernos unidos, porque sabíamos que quizás, afuera, nos podría recibir bien pero también mal. Pero nos teníamos los unos a los otros. Sentí que si alguna vez había defendido el concepto de amistad en Jesús valió la pena.
Aquella primera noche pusimos la misión en manos de Jesús, charlamos cuestiones técnicas y, tarde, nos fuimos a dormir. Aunque fuimos varios los que no pudimos descansar mucho aquella noche, entre nervios, emoción, anécdotas, chistes e incomodidad, el sueño no llegaba fácil.
Recuerdo que esa noche pensé: Esto es, sin dudas, lo que más me gusta hacer en la vida.
Los días siguientes me darían la razón.
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